jueves, 17 de julio de 2014

GUAYAQUIL, UNA HISTORIA DE AMOR: " De la pasión por lo prohibido".-

“Antes, el Ángel de la Independencia era lo primero que se veía parado contra el cielo, a ras del aire, donde empiezan las nubes. Era el sueño más acariciado de los niños de provincia en sus tardes de calma cosquilleante“. 
Elena Poniatowska.-



















Haciendo un uso que aprovecha las posibilidades espaciales del escenario, el espectador se encuentra desde un comienzo con la división: a izquierda y a derecha se ubican idénticos elementos (dos grandes plataformas circulares y dos sillas en dirección opuesta al público). 

En la proximidad de la platea, encontramos una división más constituida por una superficie rectangular clara, con dos sillas que se disponen enfrentadas.

Con dicha configuración escenográfica, nos adentramos en la historia que, precisamente, nos habla del amor que dos hombres sienten por una misma mujer: Manuela (Ana Yovino). Dos hombres que son íconos de la cultura revolucionaria, nada más ni nada menos que San Martín (Edgardo Moreira) y Bolívar (Pablo Razuk).

Esta obra tiene la particularidad de abordar tan emblématicos seres patrióticos desde el punto de vista del amor, pero de un amor que se encuentra con la dificultad más grande: el ser prohibido. Prohibido por mandatos de la época, prohibido por trascender los límites del matrimonio, los religiosos... en fin, los límites. Una transgresión que, como todas las transgresiones, tiene un precio alto: el dolor.
Y como en toda historia donde el amor se ve impedido, no faltan las traiciones y las deslealtades. Porque no sólo estos dos hombres aman a la misma mujer, también dos mujeres (Ana Yovino y Georgina Rey) aman al mismo hombre. Pero dos mujeres que son íntimamente amigas y confidentes, lo cual propicia el terreno fértil para el despliegue de envidias, sentimientos de traición y, por ende, de venganza. Aquél que posee un secreto se sabe poseedor de un magnífico poder sobre el otro...

En Guayaquil los distintos lenguajes expresivos confluyen para reforzar la trama dramática: la configuración escenográfica, como ya se indicara previamente, los vestuarios propios de aquella época histórica de mediados de 1800, las luces que convergen en pos de la división escénica intencionada, y la música que no podía menos que ser clásica. Dos mujeres con dos vestidos casi idénticos, simbolizando su color blanco la pureza que le es propia. En lo que distan de ser idénticas es que, una de ellas (precisamente Manuela) tiene un accesorio particular: un chal rojo, que vendría a simbolizar la pasión, dado el contexto en el que se enmarca la obra.
Un escritor y periodista (Rodrigo Pagano), curioso por demás, resulta ser el hilo conductor de la historia: aparece ya en las primeras escenas tratando de indagar la causa por la cuál San Martín se rehusó a librar batalla. Este mismo personaje aparecerá nuevamente hacia el final, y en un encuentro con aquél le serán reveladas los motivos que tanto anhelaba saber. 


Hombres que libran las mismas batallas: luchan por el amor de una mujer y luchan por la libertad de su tierra. Puesta en juego de una ética belicosa que no engrendra más que sospecha y desunión, como toda situación de enfrentamiento no puede más que terminar en desastres. 
Mujeres que también libran sus batallas, por el amor, por el deseo femenino, por la libertad de sus cuerpos y de sus pasiones, por sus goces maravillosos que danzan sobre los cuerpos de los hombres, aquellos objeto de sus deseos. Y hombres que, como en toda situación en donde se pone en juego el goce femenino, son llevados a la pérdida de la lucidez propia de la obsesividad masculina.

Para decir unas palabras a modo de conclusión, Guayaquil nos acerca un tema que históricamente conocemos la mayoría de nosotros, pero que, sin embargo, le da una cuota de bella originalidad y una química corporal que desata, también, los deseos del espectador.

Zaira Marchetto






FICHA TÉCNICA

AUTOR 
MARIO DAMENT

Dirección

Manuel Iedvabni

Elenco
Ana Yovino
Edgardo Moreira
Pablo Razuk
Georgina Rey
Luis Gasloli
Rodrigo Pagano
Santiago Figueroa

Escenografía y Vestuario: Silvia Bonel
Diseño de Iluminación: Gustavo Dimas García
Asistente de Dirección: Marcelo Dadivovich
Prensa: Duche&Zarate
Producción General: Martin García

Funciones: Sábados y domingos 20 HS.

Teatro Del Pueblo - Av. Roque Saenz Peña 943

LA VIDA COMPARTIDA: "una obra que imparte la política del asombro".-

"Las revoluciones se producen en los callejones sin salida". 
Bertolt Brecht

    Entrando a la sala uno no sabe si todavía los actores están terminando de acomodar la escenografía, o sí la función ya empezó. Parece una escena cotidiana, de la vida real, pero no, no lo es, es una escena ficcional que invita al espectador a adentrarse en su universo desde que pisa el ambiente escénico. Desde un primer momento entonces, la obra nos involucra en lo "compartido". Actor y espectador están destinados a hacerse uno mismo, a partir del desarrollo argumental, de la lógica multifaz de la puesta en escena, nutrida en lo musical y coreográfico, con notas patrióticas que referencian un pasado reciente que es y no es el nuestro. 


    El público puede identificarse desde un doble ángulo, político por un lado, emotivo por el otro. 
    Retomemos nuestro punto de partida: el ingreso a sala. Allí están las dos tarimas que ubican al público al borde del espacio escénico, de manera tal que resultan envolventes respecto de la tarea actoral. Unos telones abiertos, que dejan ver ese espacio dividido en dos: en donde sucede la acción, y el "detrás de escena", donde también sucede la acción. Dos acciones y dos espacios que lúdicamente se interconectan.       Cubos de madera, lámpara de pie, sillón antiguo, un "féretro", una bandera (casi que de Argentina) y sillas apiladas completan el artificio escenográfico y objetal. 

    Así comienza la función. El público, ya sentado, puede observar tranquilamente a los actores en el "detrás de escena" que vendría a representar una cocina, lugar de encuentro habitual en la vida real, transpolado a la vida representacional. Desde el inicio nos vemos enfrentados con una dinámica actoral que pone en juego la acción física, presentando interpretaciones que dan "a viva voz" todo de sí, compenetrando al expectante espectador en aquello que va sucediendo delante (y detrás) de él. 

    Cuerpos hablantes, cuerpos desgarradores, cuerpos que lasceran con gritos de dolor, y sorprenden con escenas de humor. Notas varias que van trasladando al ánimo del observador de la congoja a la risa, de la risa a la angustia, de la angustia al asombro. Asombro sin duda magnificado por un atinado uso de los sonidos, cuando de pronto te encontrás saltando de la silla porque escuchás un tiro. Entre otros...
Un torbellino emocional que sucede en lo escénico y que apela a la transferencia afectiva.


Una historia que cuenta historias que todos nosotros, como seres históricos que somos, hemos atravesado. Héroes políticos que son convertidos en próceres en la vida misma, y que pasan a ser considerados líderes luego de su muerte. Humanos que necesitan ser conducidos y que requieren esa imago paterna que nunca fue ni será. 

    De un patriotismo que siempre intenta revolucionar, que ve la cara de la derrota y de la muerte, pero que aún así sigue queriendo revolucionar. Libertad, libertad, libertad. Jóvenes que desempeñan una capacidad oratoria tan o más impecable que cualquier político subido al palco de nuestra Plaza de Mayo. Convocados y convocantes, jóvenes hijos de un patriotismo heredado, que grita en nombre de la libertad de una Latinoamérica sufrida y sufriente. Gritos que conmueven, que interpelan a la toma de conciencia.


    Y risas, risas y más risas, en los momentos de más llanto vuelven a hacer uso de esa política del asombro: allí dónde esperás más drama, aparece lo cómico, lo absurdo, lo payasesco. Propiamente dicho, lo payasesco. 
Música y más música que genera un clima de "boliche bailable", casi que te dan ganas de levantarte a bailar con ellos. Parece una fiesta. Pero no, en el momento en que pensaste que el curso de la acción cambió y todo iba a mejorar, otra vez el drama. Alternancia entre lo cómico y lo trágico que mantiene al espectador en vilo en todo momento. Un clima que te puede hacer reír, como te puede hacer llorar, como te puede hacer reflexionar. Están pensados múltiples espectadores posibles. Sin duda, ninguno de ellos podrá aburrirse durante la función.
                                                                  
Zaira Marchetto.                            

           
FICHA TÉCNICA

DIRECCIÓN Y DRAMATURGIA
Pablo Caramelo

ELENCO
Diego López
César Riveros
Luciana Serio
María Viau

DISEÑO GRÁFICO E IMAGEN
Biby Aflalo

MÚSICA ORIGINAL
Joaquín Daglio (autoría)

PRODUCCIÓN Y ASISTENCIA DE DIRECCIÓN
Nery Mucci

UTILERIA
Mauro Petrillo

COACHING DE CANTO
Ingrid Liberman

PRODUCCIÓN FOTOGRÁFICA
Tomás Serio/ Agustina Sentana

LUCES
Brian Brown

PRENSA
Paula Calo

Funciones: Viernes 23 hs.
Teatro Abasto Social Club
Yatay 666 - CABA




domingo, 29 de junio de 2014

MIENTRAS RESPIREN HOMBRES Y OJOS VEAN- Sonetos de W. Shakespeare.-

"Una obra que vuelve a decir lo que está dicho del amor que nunca dejará de ser escrito"

Escribe Zaira Marchetto


En su primer trabajo como directora, Ana Yovino nos acerca una propuesta  liminal donde la representación pasa, por momentos, a un segundo plano, cobrando importancia categórica el uso de la gestualidad corporal, junto con la sincronización de lo musical.


          En el barrio de Boedo, el teatro Pan y Arte ha sido el escenario elegido para la puesta de esta obra que imbrica lo performático con el teatro representacional.


 Son las actrices quienes reciben al público asistente, las cuales se descubren como tales una vez que terminamos de ubicarnos y nos piden que mantengamos el silencio durante la función. Otra nota distintiva es el hecho que, una de ellas, se ubica como un espectador más en las sillas de la platea, hasta que su turno le toca y comienza a recitar.


         Y el recitado es justamente uno de los principales protagonistas en Mientras respiren hombres…, cantado algunas veces, hablado otras. Son sonetos de William Shakespeare los que toman la voz y el cuerpo del elenco.
Cuando la obra está comenzando y los actores esperan en el espacio escénico, una de las actrices se dirige al fondo del mismo para abrir dos telones bordeaux, al tiempo que el iluminador produce un aumento de luz para que la magia suceda. Un pianista/ actor comienza su ejecución musical, acompañado por los recitados de sus compañeros que también cumplen diversos roles: actúan, bailan y cantan. Juego magistral de una coreografía impecable, donde las emociones son propiciadas en cada acto y la atención ineludiblemente es captada por lo performativo de cada cuerpo hablante y danzante.


          Cuerpos musicalizados y escenificados a tal punto que conmueve hasta la propia corporalidad del espectador/ expectante. Arista de un teatro de presentación que invoca al público desde una mirada atrapante que dirige alguno de los actores.


  Figuras que se contorsionan en un despliegue de dominio corporal desde el movimiento y el dominio de la voz, del recitado siempre de la mano por notas musicales, de un baile que encarna la pasión propia de los amantes. Porque esta obra trata justamente de eso, de poner en el cuerpo de notables bailarines, actores y músicos la conflictividad del amor y de las relaciones entre humanos.


          Pero no eso lo que más destaca en Mientras respiren hombres…sino la capacidad de generar sentimientos y sensaciones, de emocionar a quienes participamos del espectáculo que allí presentan. Puesto que los espectadores no somos ubicados en un lugar de simple voyeur pasivo: somos convocados desde nuestra pulsión escópica que se entrega al goce de lo escenificado, desde la vivencia de un aquí y ahora que abiertamente denota lo procesual de la teatralidad.


          En una escenografía, iluminación, musicalización y vestuario que acompaña al desarrollo de una dramaticidad gestada a partir de la utilización de recursos de las disciplinas mencionadas, esta obra es digna de ser vista, pero sobre todo, digna de ser disfrutada. 


*ESTA OBRA PARTICIPO DEL FESTIVAL SHAKESPEARE DEL AÑO 2014 EN EL CCC. 

FICHA TECNICA
Dirección
ANA YOVINO
Dirección Musical
MIRKO MESCIA
Elenco
LAUTARO ALVAREZ
JULIETA BOTTINO
PEDRO ISEQUILLA
SANG MIN LEE
NAYLA NOYA
FRANCISCO RAMALLAL
ALDANA ZULAICA
GERMINAL MARIN (piano)
CLAUDIA ROCHA (voz)
Música Original
MIRKO MESCIA/ GERMINAL MARIN
Escenografía y Vestuario
MARTA ALBERTINAZZI
Diseño de Iluminación
SOLEDAD IANNI
Técnico de Sala
VICTOR CHACON
Fotos
ANA HERNANDEZ (foto postal)
ALEJANDRA VILLERS

Prensa
ANA GARLAND
“Pan y Arte”
TEATRO
Boedo 876
Tel. 4957- 6922
CABA
Funciones Sábados 20hs.

miércoles, 25 de junio de 2014

FRESA Y CHOCOLATE

“Cuando el amor se establece y hace caer los velos que ocultan la cara de la tiranía social”

Escribe Zaira Marchetto 


            Tres hombres semidesnudos, tres sillas, tres toallas blancas que tapan aquello que “no se debe ver”. Tres, pequeña introducción de lo triangular que siempre, aunque no queramos, resulta eternamente conflictivo. Triangularidad para ser perpetuada, triangularidad para ser quebrantada, pero triangularidad al fin. El resto, su contenido, lo decide la sociedad. 



            Una obra que toma como eje aquello que fuera tomado por esta otra obra: la película que lleva el mismo nombre de esta pieza teatral “Fresa y chocolate”, del año 1994, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, ambientada en la Cuba de los `70.[*]


            Y es a partir de allí que se retoma el tema de los prejuicios ante “la diferencia”, pero lo que es necesario advertir es que la diferencia es tal solamente desde una visión impuesta por mandatos socio-históricos y culturales, lo cual la trama argumental de Fresa y Chocolate pone de manifiesto desde una labor actoral que interpela permanentemente a su espectador, a partir de un cuestionamiento provocado por la disolución entre acto y acto de la cuarta pared, y desde la dinámica relacional entre los actores per se.



            







           El director de la obra, Leonardo Gavriloff, apuesta a un re-posicionamiento escénico de ciertos prejuicios que, una y otra vez, no hacen más que levantar barreras y que generan desastres de todo tipo entre los seres humanos: mandatos religiosos que indican cómo sentir y hasta dónde, cómo pecar sin pecar, cómo convivir con la sexualidad o como reprimirla hasta el punto de la violencia. Designios políticos que, por su parte, direccionan las subjetividades de cada quién, permitiendo que veamos al otro como un enemigo y no como un “par” humano.


            Una autenticidad propiciada en la comunión entre dos seres que, sin embargo, no deja de hacernos vislumbrar el “peso” de la sociedad, y el castigo inminente ante la transgresión y quebrantamiento de las reglas que perpetuan un statu quo arbitrario y despótico.


            Desde lo escenográfico encontramos una puesta despojada, donde el acento está sobre las “ies” de lo actoral por sobre la configuración espacial y sus connotaciones semánticas.
            

           









          Sobre este punto le preguntamos a Gavriloff, quién también hizo las veces de diseñador escenográfico y vestuario, y nos comenta que:

 “Siempre intento que el trabajo del actor brille por su labor, sin artilugios externos. Es por eso que trato de evadir la cáscara escenográfica: trabajo con espacios vacíos o sugerentes, con elementos sumamente necesarios; lo que no se usa no es necesario y lo que está se explota a fondo. Por eso utilicé ese espacio con una tela como límite de la acción, simulando tambien un lugar determinado y cerrado, que bien podría ser una isla donde sucede toda la acción. Y las sillas para la comodidad de los actores que deben servir como un signo de calma y tranquilidad, pero que, en la historia, esa calma y quietud se van transformando según los conflictos que van apareciendo”. 


            Dos sistemas cobran singular importancia en el presente caso: el musical y el sonoro, también pre-digitados por Gavriloff acompañado por Juan Ignacio Sandoval. Ambos juegan el papel de índices tanto de lo geográfico -el repertorio de piezas elegidas nos ubica en Cuba- como de lo espacial, dado que a partir de sonidos se ubica al espectador en un escenario de playa y mar. De esta manera, se cierra el sistema significante que la puesta nos trae para poder capturar su sentido y mensaje en tanto sujetos decodificantes.
           


            De lo mencionado nos cuenta el director que:


“La música sirve de entorno y significación del lugar -concretamente Cuba- mezclada con el sonido del mar como referencia del sitio mágico dónde sucede la historia, una isla, un paraíso, un pueblo lleno de magia, historia, seducción y encanto.

La música de Adiós a Cuba es planteo del autor y solicitó que no se la cambie, pero el resto de la música quedó en mis manos.

El primer tema es Caribe soy… también el clásico Ay mamá Inés y Dos almas (el tema de la escena de Diego y Miguel, dos de los tres personajes de la obra). El autor cubano que interpreta los temas de la década del ´50 es Leo Marini.Para la salida del público el clásico Cuando salí de cuba. De María Callas elijo  Lucia di Lammermoor - Regnava nel silenzio, y el Ave María. Este último usado en la escena de confesión de Diego, donde uno el espacio religioso de su escuela con la pérdida de su virginidad en ese encuentro con su compañero.
Y el círculo se cierra nuevamente con el tema Caribe soy, donde casi siempre estilo cerrar mis trabajos con la idea circular, donde empieza y termina, y se ven los cambios en el recorrido. Como la vida, todo tiene un principio y un fin, es cíclica”.            


            Fresa y chocolate, de la mano esta vez de Gavriloff y su equipo, nos presenta la oportunidad de reflexionar ciertos designios sociales, políticos y religiosos, a fin de evaluar si, en los veinte años que transcurrieron desde la película que inspiró este hecho teatral, hemos podido realmente avanzar hacia una toma de conciencia sobre los propios prejuicios, que internalizamos quizás sin saberlo, pero que es necesario re-conocer para poder expulsarlos de nuestro sistema valorativo.
 


FICHA TECNICA

DIRECCION
LEONARDO GAVRILOFF
ACTORES
OSCAR MARVIC (Diego)
LUIS GODOY (Miguel)
CHRISTIAN CARRIZO (David)
DISEÑO DE ARTE
MALENA GALLEGOS
DISEÑO ESCENOGRAFICO Y VESTUARIO
LEONARDO GAVRILOFF
ILUMINACION
JUAN IGNACIO SANDOVAL
SELECCION MUSICAL Y BANDA SONORA
JUAN IGNACIO SANDOVAL/
LEONARDO GAVRILOFF
PRENSA
LAURA BRANGERI

TEATRO LA MUECA
JOSE A. CABRERA 4244 - CABA
4867-2155
Funciones Jueves 22.30 hs.
Hasta Julio de 2014



[*] La película completa puede encontrarse disponible online en: https://www.youtube.com/watch?v=Qrz37EyJ1oE
 

lunes, 23 de junio de 2014

EN LA HUERTA: "Una historia de dos hombres autosuficientes alejados de la gran ciudad".-

Escribe Zaira Marchetto


Artes Combinadas - UBA


alestilovangogh@hotmail.com



 Cuando el público termina de sentarse en la platea, un apagón nos deja a oscuras y unos pasos se oyen desde el fondo de la sala acercándose a nosotros. Es entonces que las luces nos permiten ver la figura de dos hombres cuya sola presencia introduce de entrada una estética de la diferencia.
En una dialéctica que juega permanentemente con la ambigüedad, la escritora y dramaturga de En la huerta, Mariana Chaud, nos interpela desde un cuestionamiento axiológico a la vez que dramático, para hacernos re-pensar determinadas dualidades que en apariencia se presentan como opuestas.
Volvamos. Dos hombres característicamente disímiles: uno rubio y del campo (el actor William Prociuk), con un conocimiento aprehendido y ya no heredado sobre un quehacer con la tierra; el otro morocho y de la ciudad (Ezequiel Díaz), con la sensibilidad propia de un artista y una cultura que le otorgó el recorrido por un proceso de institucionalización. 


El uno lleno de prejuicios; el otro intentando desapegarse de ellos, negándolos. Y en esta dualidad se produce un encuentro que no hace más que marcar la imposibilidad del encuentro con Otro. 

Esta imposibilidad relacional es nota distintiva y el eje direccional de la intencionalidad de la autora desde la primera versión de En la huerta: allí el vínculo se gestaba ya no entre dos hombres, como en el presente caso, sino entre hombre y mujer (William Prociuk y Moro Anghileri), siendo ella quien se alejaba de su lugar, la ciudad, para intentar encontrar refugio en la soledad de un escenario campestre, dónde el recorrido argumental giraría en torno de la realización de una huerta orgánica –sin químicos ni insecticidas–, tomando como referente el manual de John Seymour llamado “El horticultor autosuficiente, guía práctica ilustrada para la vida en el campo”, escrito en el año 1978.  Seymour, nacido en Londres en 1914 y
 fallecido en Irlanda en 2004, fue un reconocido escritor y ecologista, y representa un gran ícono de todo un movimiento y una cultura que aboga por la autosuficiencia.


La directora de En la huerta, al preguntarle sobre el contexto de creación de la misma, nos dice que: 

"La obra originalmente fue pensada para el ciclo "Proyecto Manual", creado por Matías Umpierrez* en el Centro Cultural Ricardo Rojas.
Desde el principio tenía ganas de trabajar sobre un manual de botánica ya con la idea de poner en escena a un jardinero y a una mujer de la ciudad; conseguí en Plaza Italia una enciclopedia de flores y plantas que resultó un material muy árido para lo teatral. Entonces seguí buscando y encontré "El horticultor autosuficiente", de John Seymour, que lo tenía mi papá y a partir del cual habíamos hecho una huerta durante mi infancia.
La lectura de este texto, que para muchos marcó un antes y un después en los años ´70, funcionó para mi a la vez como estímulo y como guía. Además de contener instrucciones para hacer una huerta orgánica sin químicos ni insecticidas, propone una manera de trabajo que implica una filosofía de vida. Estas reflexiones de gran valor literario, acompañadas por las fabulosas ilustraciones del manual, inspiraron la mayor parte de los diálogos que aparecen en la obra, así como también algunos de los temas que se desprenden de ella: la relación del hombre con la naturaleza, la dualidad entre intuición y racionalidad, y el sentido común versus las reglas".


Desde las primeras escenas cobra una impronta significativa la gestualidad corporal entre los dos actores, lo que va generando la insinuación de lo homosexual en la tensión dramática que engrendran con su dinámica actoral.


Ezequiel Díaz, quien interpreta el papel de Alejo, el patrón de Pablo (en la piel de Prociuk), es quien de entrada establece una relación en la cual intenta someter y, de alguna manera, humillar a su empleado. Pero éste inmediatamente comienza con el despliegue de prejuicios de toda índole contra la gente de ciudad -específicamente, contra los porteños-, entre otros que van pautando un universo simbólico diametralmente opuesto entre estos dos seres que, aunque en un momento dado llevan a cabo su encuentro, el mismo no hará más que devolverlos (y de manera violenta) al lugar desde donde partieran. Imposiblidad de un encuentro verdadero, ilusión de atravesamiento de la diferencia que, una vez develada, no deja más que el sin-sabor de haber comprobado lo que no es posible de poseer.


Le preguntamos al actor William Prociuk sobre su trabajo actoral en esta obra, la integración al elenco de Ezequiel Díaz, y la labor como directora de Mariana Chaud, y nos comenta que:
"En un trabajo tan complejo como lo es En la Huerta, todo puede ser catastrófico: lo difícil en este trabajo es que se vea fácil, esto sólo se logra (como en la mayoría de los trabajos) sabiendo que uno puede saltar sin ninguna red de contención porque el otro va a estar allí para sostener; es lo más parecido a la religión, se cree en "algo" que no existe y desde allí ese "algo" se genera, comienza a ser o es. La confianza nos atraviesa a ambos, y la partitura emocional es posible sólo si el otro está ahí para resaltar o tocar las notas.
Fundamental es la tarea del director, la guía permanente y la observación; en este caso Mariana Chaud es quién se encargó de consensuar entre la formación que Ezequiel y  yo traemos, pero en definitiva todas las formas de abordar el trabajo son posibles entre sí, si un director puede amalgamar las diferentes características de los actores que están allí para contar una historia. Para mi gusto Mariana tiene esa sabiduría, ese punto justo de saber exactamente qué es lo que quiere ver, entonces todo lo transmite desde ese lugar y con esa claridad".


Siguiendo con nuestro análisis y en cuanto a la labor escenográfica a cargo de Alicia Leloutre, encontramos una configuración precisa y correlativa a las necesidades de la puesta en escena. Los elementos que remiten a la huerta (un conjunto de macetones con árboles plantados, ubicados prolijamente en hileras) los encontramos en el fondo del espacio escénico, dividiendo en dos la ambientación y quedando contiguo al público "la casa" del patrón. Ésta construida por elementos referenciales: una mesa de trabajo con pinturas, un equipo de música, un cuadro, una botella de vino, y un sillón donde se alternarán los actores a lo largo de las escenas. Y más allá, cuatro estructuras de madera quedan por fuera de la interioridad de la casa, sitio de trabajo de Pablo cada vez que vuelve de la huerta trayendo esquejes y, llegado el momento, la bandeja con las tan deseadas frutas y verduras orgánicas.
Un objeto que sin duda juega un papel protagónico -por su connotación semántica y simbólica- es el manual del horticultor de Seymour antes mencionado. Lo encontramos desde la primera escena, ubicado en la mesita que se encuentra junto al sillón del patrón de Pablo. Una y otra vez se remite a él de diversas maneras, objetualizándolo en tanto elemento de manipulación, y semantizándolo, en tanto objeto referencial del argumento dramático. 



El vestuario juega el papel de acompañar y graficar el universo representacional (convirtiéndose en indicadores de lo espacio-temporal, así como en índices caracterológicos) que se quiso denotar, subrayando la oposición entre los dos actores.
Esta historia sin duda tiene la capacidad de poner en escena la soledad inherente a una sociedad donde la cotidianidad cobra las dimensiones de la vacuidad, y en donde las relaciones no logran establecer un puente a través del cual cruzas de una esfera a la otra. Para re-pensar aquello que, a veces, creemos que ha quedado atrás.
 




[*] Matías Umpierrez es curador, desde el año 2007, del área de Teatro del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, dependiente de la Universidad de Buenos Aires. Dicho proyecto tuvo por finalidad la de convocar a directores y dramaturgos para realizar obras de teatro a partir de un manual de instrucciones en tanto factor exógeno a la teatralidad misma. 


FICHA TECNICA

Dirección: Mariana Chaud
Producción: Fernando Madedo
Actores: William Prociuk/ Ezequiel Díaz
Dramaturgia: Mariana Chaud
Escenografía: Alicia Leloutre
Diseño de luces: Matías Sendón
Música original: Pablo Bronzini
Vestuario: Carolina Sosa Loyola y Flora Caligiuri
Asistencia de producción: Aldana Cotroneo
Coordinación de producción: Romina Pucciarelli
Fotos: Nicolás Levin
Funciones: viernes 23hs.
Teatro “El portón de Sánchez”
Sánchez de Bustamante 1034 – CABA
Tel.: 4863-2848