lunes, 23 de junio de 2014

EN LA HUERTA: "Una historia de dos hombres autosuficientes alejados de la gran ciudad".-

Escribe Zaira Marchetto


Artes Combinadas - UBA


alestilovangogh@hotmail.com



 Cuando el público termina de sentarse en la platea, un apagón nos deja a oscuras y unos pasos se oyen desde el fondo de la sala acercándose a nosotros. Es entonces que las luces nos permiten ver la figura de dos hombres cuya sola presencia introduce de entrada una estética de la diferencia.
En una dialéctica que juega permanentemente con la ambigüedad, la escritora y dramaturga de En la huerta, Mariana Chaud, nos interpela desde un cuestionamiento axiológico a la vez que dramático, para hacernos re-pensar determinadas dualidades que en apariencia se presentan como opuestas.
Volvamos. Dos hombres característicamente disímiles: uno rubio y del campo (el actor William Prociuk), con un conocimiento aprehendido y ya no heredado sobre un quehacer con la tierra; el otro morocho y de la ciudad (Ezequiel Díaz), con la sensibilidad propia de un artista y una cultura que le otorgó el recorrido por un proceso de institucionalización. 


El uno lleno de prejuicios; el otro intentando desapegarse de ellos, negándolos. Y en esta dualidad se produce un encuentro que no hace más que marcar la imposibilidad del encuentro con Otro. 

Esta imposibilidad relacional es nota distintiva y el eje direccional de la intencionalidad de la autora desde la primera versión de En la huerta: allí el vínculo se gestaba ya no entre dos hombres, como en el presente caso, sino entre hombre y mujer (William Prociuk y Moro Anghileri), siendo ella quien se alejaba de su lugar, la ciudad, para intentar encontrar refugio en la soledad de un escenario campestre, dónde el recorrido argumental giraría en torno de la realización de una huerta orgánica –sin químicos ni insecticidas–, tomando como referente el manual de John Seymour llamado “El horticultor autosuficiente, guía práctica ilustrada para la vida en el campo”, escrito en el año 1978.  Seymour, nacido en Londres en 1914 y
 fallecido en Irlanda en 2004, fue un reconocido escritor y ecologista, y representa un gran ícono de todo un movimiento y una cultura que aboga por la autosuficiencia.


La directora de En la huerta, al preguntarle sobre el contexto de creación de la misma, nos dice que: 

"La obra originalmente fue pensada para el ciclo "Proyecto Manual", creado por Matías Umpierrez* en el Centro Cultural Ricardo Rojas.
Desde el principio tenía ganas de trabajar sobre un manual de botánica ya con la idea de poner en escena a un jardinero y a una mujer de la ciudad; conseguí en Plaza Italia una enciclopedia de flores y plantas que resultó un material muy árido para lo teatral. Entonces seguí buscando y encontré "El horticultor autosuficiente", de John Seymour, que lo tenía mi papá y a partir del cual habíamos hecho una huerta durante mi infancia.
La lectura de este texto, que para muchos marcó un antes y un después en los años ´70, funcionó para mi a la vez como estímulo y como guía. Además de contener instrucciones para hacer una huerta orgánica sin químicos ni insecticidas, propone una manera de trabajo que implica una filosofía de vida. Estas reflexiones de gran valor literario, acompañadas por las fabulosas ilustraciones del manual, inspiraron la mayor parte de los diálogos que aparecen en la obra, así como también algunos de los temas que se desprenden de ella: la relación del hombre con la naturaleza, la dualidad entre intuición y racionalidad, y el sentido común versus las reglas".


Desde las primeras escenas cobra una impronta significativa la gestualidad corporal entre los dos actores, lo que va generando la insinuación de lo homosexual en la tensión dramática que engrendran con su dinámica actoral.


Ezequiel Díaz, quien interpreta el papel de Alejo, el patrón de Pablo (en la piel de Prociuk), es quien de entrada establece una relación en la cual intenta someter y, de alguna manera, humillar a su empleado. Pero éste inmediatamente comienza con el despliegue de prejuicios de toda índole contra la gente de ciudad -específicamente, contra los porteños-, entre otros que van pautando un universo simbólico diametralmente opuesto entre estos dos seres que, aunque en un momento dado llevan a cabo su encuentro, el mismo no hará más que devolverlos (y de manera violenta) al lugar desde donde partieran. Imposiblidad de un encuentro verdadero, ilusión de atravesamiento de la diferencia que, una vez develada, no deja más que el sin-sabor de haber comprobado lo que no es posible de poseer.


Le preguntamos al actor William Prociuk sobre su trabajo actoral en esta obra, la integración al elenco de Ezequiel Díaz, y la labor como directora de Mariana Chaud, y nos comenta que:
"En un trabajo tan complejo como lo es En la Huerta, todo puede ser catastrófico: lo difícil en este trabajo es que se vea fácil, esto sólo se logra (como en la mayoría de los trabajos) sabiendo que uno puede saltar sin ninguna red de contención porque el otro va a estar allí para sostener; es lo más parecido a la religión, se cree en "algo" que no existe y desde allí ese "algo" se genera, comienza a ser o es. La confianza nos atraviesa a ambos, y la partitura emocional es posible sólo si el otro está ahí para resaltar o tocar las notas.
Fundamental es la tarea del director, la guía permanente y la observación; en este caso Mariana Chaud es quién se encargó de consensuar entre la formación que Ezequiel y  yo traemos, pero en definitiva todas las formas de abordar el trabajo son posibles entre sí, si un director puede amalgamar las diferentes características de los actores que están allí para contar una historia. Para mi gusto Mariana tiene esa sabiduría, ese punto justo de saber exactamente qué es lo que quiere ver, entonces todo lo transmite desde ese lugar y con esa claridad".


Siguiendo con nuestro análisis y en cuanto a la labor escenográfica a cargo de Alicia Leloutre, encontramos una configuración precisa y correlativa a las necesidades de la puesta en escena. Los elementos que remiten a la huerta (un conjunto de macetones con árboles plantados, ubicados prolijamente en hileras) los encontramos en el fondo del espacio escénico, dividiendo en dos la ambientación y quedando contiguo al público "la casa" del patrón. Ésta construida por elementos referenciales: una mesa de trabajo con pinturas, un equipo de música, un cuadro, una botella de vino, y un sillón donde se alternarán los actores a lo largo de las escenas. Y más allá, cuatro estructuras de madera quedan por fuera de la interioridad de la casa, sitio de trabajo de Pablo cada vez que vuelve de la huerta trayendo esquejes y, llegado el momento, la bandeja con las tan deseadas frutas y verduras orgánicas.
Un objeto que sin duda juega un papel protagónico -por su connotación semántica y simbólica- es el manual del horticultor de Seymour antes mencionado. Lo encontramos desde la primera escena, ubicado en la mesita que se encuentra junto al sillón del patrón de Pablo. Una y otra vez se remite a él de diversas maneras, objetualizándolo en tanto elemento de manipulación, y semantizándolo, en tanto objeto referencial del argumento dramático. 



El vestuario juega el papel de acompañar y graficar el universo representacional (convirtiéndose en indicadores de lo espacio-temporal, así como en índices caracterológicos) que se quiso denotar, subrayando la oposición entre los dos actores.
Esta historia sin duda tiene la capacidad de poner en escena la soledad inherente a una sociedad donde la cotidianidad cobra las dimensiones de la vacuidad, y en donde las relaciones no logran establecer un puente a través del cual cruzas de una esfera a la otra. Para re-pensar aquello que, a veces, creemos que ha quedado atrás.
 




[*] Matías Umpierrez es curador, desde el año 2007, del área de Teatro del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, dependiente de la Universidad de Buenos Aires. Dicho proyecto tuvo por finalidad la de convocar a directores y dramaturgos para realizar obras de teatro a partir de un manual de instrucciones en tanto factor exógeno a la teatralidad misma. 


FICHA TECNICA

Dirección: Mariana Chaud
Producción: Fernando Madedo
Actores: William Prociuk/ Ezequiel Díaz
Dramaturgia: Mariana Chaud
Escenografía: Alicia Leloutre
Diseño de luces: Matías Sendón
Música original: Pablo Bronzini
Vestuario: Carolina Sosa Loyola y Flora Caligiuri
Asistencia de producción: Aldana Cotroneo
Coordinación de producción: Romina Pucciarelli
Fotos: Nicolás Levin
Funciones: viernes 23hs.
Teatro “El portón de Sánchez”
Sánchez de Bustamante 1034 – CABA
Tel.: 4863-2848

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