miércoles, 30 de julio de 2014

LA PERSISTENCIA DE LAS ÚLTIMAS COSAS.-

"De una insistencia que busca anular la causa de lo que no habría de ser".-

El deseo es siempre deseo. La falta genera al deseo. El deseo nunca se satisface del todo. El sujeto está sujetado al deseo. Jacques Lacan

Si algo tiene de característico el teatro "Vera Vera" es precisamente su espacialidad: una sala donde el público quedaría algo así como "comprimido" por la ubicación de las sillas, a fin de aprovechar al máximo la totalidad de la superficie. Esta suerte de "compresión espectatorial" va a permitir que el público rápidamente se compenetre con lo que sucede allí, a escasos metros de sus pies. 

La persistencia de las últimas cosas, escrita y dirigida por Juan Crespo, con asistencia de Josefina Bauni, realiza un aprovechamiento absoluto de tal cualidad, ya que desde antes que los concurrentes a la obra se sienten la música ya está sonando y los actores hablando. 



La iluminación (a cargo de Roman Tanoni) más la escenografía terminan de completar la ambientación que intencionalmente han buscado: la de una zona "oscura", casi en penumbras, en la cual hábilmente se direccionan las luces a cada uno de los actores a fin de generar mayor efecto dramático. 


El lugar donde se despliega la acción será la de un living de una casa de paredes oscuras, con una mesa cubiertas de fichas de casino, cigarillos que fuman constantemente los actores (y no cualquier cigarillo, dado que de ellos se desprende un olor muy particular), armas de utilería que conforman un objeto de trascendental importancia semántica en el despliegue actoral dado que el signo de la violencia aparece una y otra vez durante el desarrollo de la función. Y un cúmulo impresionante de recuerdos que toman la forma de cartas de amor, de ese ser que amó alguna vez y que ya no podrá ser atravesado por la misma pasión. Al menos no para aquél objeto erótico que constituyó ese Otro...



El elenco, conformado por Pablo Fetis, Martín Pérez y Mara Teit, es el encargado de llevar a cabo el contenido de la fábula: dos hombres, gays y exs, y una mujer que hace las veces de amiga del abandonado y de amante de esos amores tales que siempre resultan incompletos y frustrantes. 



La dinámica que entre ellos se genera resulta ser la de una química acabada, permitiendo que el observador se involucre desde la risa a partir de situaciones absurdas y hasta exageradas, hasta la identificación con los propios momentos que cada uno de nosotros puede atravesar en las historias amorosas que no gestan más que desencuentros desafortunados.


El uso constante de tonos de voz elevados que llegan en varias oportunidades al grito y al llanto, más el despliegue de una gestualidad pronunciada, evidencian la involuntaria tendencia humana de desgarrarse ante la pérdida del ser amado. Y es que Federico, encarnado por el actor Martín Pérez, recientemente abandonado por su novio, experimenta de este modo afectos tales como el dolor, celos, angustia, humillación narcisista y odio... sobre todo odio. 


Envuelto en un torbellino cuasi-psicótico, desarolla una serie de comportamientos que adhieren a un "pathos" propio de un sujeto en melancolía: intenta confirmar infidelidades contratando a un detective; desea profundamente la muerte de aquél maldito que lo dejó en semejante desasosiego; no puede para de hablar de él, de recordarlo, en un intento infecundo por simbolizar a través de la palabra el "único efecto real", como diría Lacan: el de la angustia.

La obra encuentra finalmente su resolución, atravesando las huellas del odio para volver a poner en primer plano lo interesante a destacar en toda historia de amor: aquello que nos hizo amar a esa persona y no aquello que nos hizo odiarla...

                    Zaira Marchetto



FICHA TECNICA

DIRECCION Y DRAMATURGIA
Juan Crespo
ASISTENCIA DE DIRECCION
Josefina Bauni
ELENCO
Pablo Fetis – Mara Teit – Martín Pérez
DISEÑO DE ILUMINACION
Román Tanoni
DISEÑO GRAFICO
Juan Barboza
FOTOGRAFIA
Nicolás Bellati
PRODUCCION
Juan Crespo – Mara Teit
PRENSA
Charly Zárate
FUNCIONES: Sábados 23 hs.
VERA VERA Teatro
Vera 108 - Caba



martes, 29 de julio de 2014

ANTÍGONA.-

“Una tragedia donde el amor rompe las cadenas del destino”.-
Por Zaira Marchetto


En esta versión libre de José Watanabe sobre la tragedia de Sófocles, Ana Yovino encarna el papel de Antígona, siendo dirigida por Carlos Ianni en el CELCIT.

Con una escenografía que consta únicamente de tres largas sogas blancas colgadas del techo, y con la utilización de las paredes de la sala, la actriz realiza un despliegue corporal y dramático digno de ser elogiado.
Desde un primer momento, los espectadores nos vemos envueltos en una gestualidad tal que logra capturar nuestro escópico goce y nos compenetra por completo en la tragedia que sucede ante nuestra presencia.
Sin más recursos que los suyos propios, Yovino deleita con una interpretación magistral, en la cual no solamente oficiará de Antígona sino del Rey de Tebas, Creonte; un soldado de éste; la propia hermana de Antígona, Ismene, entre otros. 


Se verá entonces como esta actriz cierra sus ojos y genera la magia: una nueva voz aparece junto a un tono y una corporalidad diametralmente opuesta a la que viniera dramatizando, para dar vida a un nuevo personaje. 

Lejos de provocar un tedio por ver durante algo más de una hora a la misma persona en escena, como espectadores que somos nos vemos totalmente inmersos en la fábula, anhelando que la tragedia no termine como tal, y que esta valerosa mujer que es Antígona (hija de Edipo y Yocasta), encuentre la libertad y el amor de su amado Hemón, hijo del tirano Creonte.


Este despótico e inhumano rey, a enterrado en vida a la joven mujer, quién es de este modo castigada tan sólo por querer vez tras vez dar entierro al cuerpo de su hermano Polinices, el cual yace a la intemperie a la espera de que los animales destrocen sus restos. Y es Creonte precisamente quién determina tal destino, debido a que considera que Polinices ha cometido traición: según el mito, éste junto a Etéocles, el otro hermano de Antígona, debían sucederse períodicamente el trono, lo cuál Etéocles incumple, permaneciendo en el poder más de la cuenta, lo que desencadena la guerra entre hermanos, y determina que Polinices busque auxilio en una ciudad rival a Tebas (Argos). Ambos terminarán muertos en combate, pero al cuerpo de Polinices se le negará de los honores fúnebres, ceremonia de trascendental importancia para los griegos dado que, de no llevarse a cabo, el alma del difunto estaría condenada a vagar eternamente por la tierra. 


Desesperada ante tal fatal desenlace para su hermano, Antígona se ve presa de una compulsión que no encontrará barreras que puedan detenerla en su afán de darle entierro. Descubierta, será apresada y sepultada en vida, en una inmensa montaña.

Como puede observarse, una tragedia de semejante impronta y tan elevada complejidad humana, es sin embargo puesta en escena de una manera, como ya se observara, simple y despojada de artilugios escenográficos, presentando en una única persona la encarnación de distintos personajes. Acompaña a esta simpleza el vestuario de la actriz, quien solamente lleva un atuendo de color blanco, quizás para representar la pureza de su ser...


Y es que el acento en esta obra está sin duda puesto en el extraordinario trabajo corporal que lleva adelante Yovino, junto con una capacidad oratoria inequívoca y acabada. 


Es de destacar que la iluminación confluye en la configuración "espacial" que el relato de la actriz junto a su labor gestual/ corporal nos van denotando, construyendo diferentes universos simbólicos que refuerzan la trama dramática. 

Recomiendo especialmente a mis lectores que vayan al CELCIT a ver la obra de Ianni y a esta actriz que, nuevamente, me deja sin palabras. Pero dada mi función de escribir sobre teatro, intento traducir la emocionalidad que se me generara en palabras que espero puedan tocar las fibras sensibles de todos ustedes como para que deseen vivenciar lo por mi vivenciado. Un profundo agradecimiento a Ana por invitarme a ver Antígona, sin duda, vale siempre la pena verla.


 “No era Zeus quien me la había decretado, ni Dike, compañera de los dioses subterráneos, perfiló nunca entre los hombres leyes de este tipo. Y no creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que sólo un hombre pueda saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe cuándo fue que aparecieron. No iba yo a atraerme el castigo de los dioses por temor a lo que pudiera pensar alguien”.


Antígona.-



FICHA TECNICA

Dirección
Carlos Ianni

Elenco
Ana Yovino

Escenografía y vestuario
Solange Krasinsky

Asistente dirección
Soledad Ianni

Funciones: 
Viernes 21 hs. 
CELCIT 
Moreno 431 
Caba

MARCOS Y LA MUJER PEQUEÑA, de Luz Quinn

"Cuando el amor y el tiempo no logran formar más pareja que una des-pareja"

"Cuando pasen los años y  yo sólo sea un hombre que amó, un ser que se detuvo un instante frente a tus labios, un pobre hombre cansado de andar por los jardines, ¿dónde estarás tú?".
Anónimo

La acción dramática de la obra gestada por Quinn sucede en un pueblo que ha dado en llamar "El borde", nominación en lo absoluto casual puesto que a medida que transcurre el desarrollo de Marcos y... se van sucediendo cada vez situaciones limítrofes: entre el amor y el odio, la ciudad y el campo, la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, la niñez y adultez. Bordes esquizofrénicos que ubican al espectador en un otro "entre": entre la risa y el llanto, entre la empatía y la des-identificación. Apuesta actoral y autoral que permiten el involucramiento del público en lo acontecido escena tras escena.


En lo que a mi labor de crítica de obras teatrales respecta, este es la segunda oportunidad que tengo de presenciar una "dramaturgia de escena" (la anterior fue la obra de William Prociuk sobre "El deseo en el espejo"), concepto acuñado por Jorge Dubatti, en el cual se combina la dramaturgia de director, con la del actor y la de grupo.
Asimismo, Luz Quinn vendría a ocupar el lugar de "teatrista" (otro concepto de Dubatti), dado que remite al creador que no se limita a una tarea en particular sino que engloba en sí diferentes roles, a fin de manejar desde su "sí mismo" la totalidad o casi totalidad del conjunto de oficios escénicos. En Quinn encontramos entonces la sumatoria de la dirección escénica, la dramaturgia y la actuación. 


Es de destacar que en lo que a la actuación refiere, Quinn encarna no un personaje sino varios: Nélida, una madre desbordada y desbordante que aliena permanentemente a su hijo adulto (Marcos, interpretado por Francisco Oriol) al cual no permite crecer; una mujer demandante e insegura, que con sus reclamos autoritarios y posesividad inexiste a un marido que es incapaz de hacerse "presente" en escena (literalmente ausente); Lucía, una joven abandonada por su marido en plena luna de miel; Toni, un enfermero parco y distante que sin embargo será cómplice participante de la resolución del conflicto central de la obra: un amor no logrado, que se ha visto preservado durante toda una vida y que encuentra su punto cúlmine de concreción cuando ya todo se veía perdido. 


Marcos y ... tiene la particularidad de acercarnos conflictos cotidianos, que a cualquiera de nosotros bien podrían sucederles, sin embargo la nota distintiva es que se los presente desde un lugar quizás podríamos decir "exagerado", que generan en sí la incredulidad de los mismos, lo cual termina por aligerarlos, provocando no pocas risas en el espectador. Espectador que vez tras vez va siendo involucrado en las escenas, desde una apelación directa a través de la mirada de los actores, diluyendo la cuarta pared y generando un clima de familiaridad entre espectador/observado. Y una dinámica escénica que se propone permanentemente desde una dualidad lúdica de entradas y salidas, esta obra logra capturar la atención y el asombro del público.


Con una escenografía nada despojada, configurada de manera tal que verdaderamente vamos a encontrarnos inmersos en el living de una casa, la casa de Marcos. Un "hogar" (disfuncional por demás) que lejos está de tener algún signo de agiornamiento, dado que todos los objetos, muebles y decorados son claramente añejos: sofás y lámparas antiguas, fotos viejas con marcos dorados de época, "paredes" empapeladas con florecitas, etc. 

Todo todo ha quedado en el tiempo. Un tiempo que, ante una ruptura mortal, habrá de comenzar nuevamente a escuchar el "tic tac" de lo que no debe dejar de suceder. Estancamiento neurótico que sólo será disuelto cuando sus protagonistas, los "estancados", se resuelvan a dejar ir el goce, y avanzar... junto con el paso del tiempo.

Amores prohibidos, fuera de época, avanzados, pecaminosos, asexuados, lésbicos, que sin duda encontrarán en la imaginación de esta creadora una resolución feliz, como salida de un cuento de hadas.

                                      Zaira Marchetto





jueves, 17 de julio de 2014

GUAYAQUIL, UNA HISTORIA DE AMOR: " De la pasión por lo prohibido".-

“Antes, el Ángel de la Independencia era lo primero que se veía parado contra el cielo, a ras del aire, donde empiezan las nubes. Era el sueño más acariciado de los niños de provincia en sus tardes de calma cosquilleante“. 
Elena Poniatowska.-



















Haciendo un uso que aprovecha las posibilidades espaciales del escenario, el espectador se encuentra desde un comienzo con la división: a izquierda y a derecha se ubican idénticos elementos (dos grandes plataformas circulares y dos sillas en dirección opuesta al público). 

En la proximidad de la platea, encontramos una división más constituida por una superficie rectangular clara, con dos sillas que se disponen enfrentadas.

Con dicha configuración escenográfica, nos adentramos en la historia que, precisamente, nos habla del amor que dos hombres sienten por una misma mujer: Manuela (Ana Yovino). Dos hombres que son íconos de la cultura revolucionaria, nada más ni nada menos que San Martín (Edgardo Moreira) y Bolívar (Pablo Razuk).

Esta obra tiene la particularidad de abordar tan emblématicos seres patrióticos desde el punto de vista del amor, pero de un amor que se encuentra con la dificultad más grande: el ser prohibido. Prohibido por mandatos de la época, prohibido por trascender los límites del matrimonio, los religiosos... en fin, los límites. Una transgresión que, como todas las transgresiones, tiene un precio alto: el dolor.
Y como en toda historia donde el amor se ve impedido, no faltan las traiciones y las deslealtades. Porque no sólo estos dos hombres aman a la misma mujer, también dos mujeres (Ana Yovino y Georgina Rey) aman al mismo hombre. Pero dos mujeres que son íntimamente amigas y confidentes, lo cual propicia el terreno fértil para el despliegue de envidias, sentimientos de traición y, por ende, de venganza. Aquél que posee un secreto se sabe poseedor de un magnífico poder sobre el otro...

En Guayaquil los distintos lenguajes expresivos confluyen para reforzar la trama dramática: la configuración escenográfica, como ya se indicara previamente, los vestuarios propios de aquella época histórica de mediados de 1800, las luces que convergen en pos de la división escénica intencionada, y la música que no podía menos que ser clásica. Dos mujeres con dos vestidos casi idénticos, simbolizando su color blanco la pureza que le es propia. En lo que distan de ser idénticas es que, una de ellas (precisamente Manuela) tiene un accesorio particular: un chal rojo, que vendría a simbolizar la pasión, dado el contexto en el que se enmarca la obra.
Un escritor y periodista (Rodrigo Pagano), curioso por demás, resulta ser el hilo conductor de la historia: aparece ya en las primeras escenas tratando de indagar la causa por la cuál San Martín se rehusó a librar batalla. Este mismo personaje aparecerá nuevamente hacia el final, y en un encuentro con aquél le serán reveladas los motivos que tanto anhelaba saber. 


Hombres que libran las mismas batallas: luchan por el amor de una mujer y luchan por la libertad de su tierra. Puesta en juego de una ética belicosa que no engrendra más que sospecha y desunión, como toda situación de enfrentamiento no puede más que terminar en desastres. 
Mujeres que también libran sus batallas, por el amor, por el deseo femenino, por la libertad de sus cuerpos y de sus pasiones, por sus goces maravillosos que danzan sobre los cuerpos de los hombres, aquellos objeto de sus deseos. Y hombres que, como en toda situación en donde se pone en juego el goce femenino, son llevados a la pérdida de la lucidez propia de la obsesividad masculina.

Para decir unas palabras a modo de conclusión, Guayaquil nos acerca un tema que históricamente conocemos la mayoría de nosotros, pero que, sin embargo, le da una cuota de bella originalidad y una química corporal que desata, también, los deseos del espectador.

Zaira Marchetto






FICHA TÉCNICA

AUTOR 
MARIO DAMENT

Dirección

Manuel Iedvabni

Elenco
Ana Yovino
Edgardo Moreira
Pablo Razuk
Georgina Rey
Luis Gasloli
Rodrigo Pagano
Santiago Figueroa

Escenografía y Vestuario: Silvia Bonel
Diseño de Iluminación: Gustavo Dimas García
Asistente de Dirección: Marcelo Dadivovich
Prensa: Duche&Zarate
Producción General: Martin García

Funciones: Sábados y domingos 20 HS.

Teatro Del Pueblo - Av. Roque Saenz Peña 943

LA VIDA COMPARTIDA: "una obra que imparte la política del asombro".-

"Las revoluciones se producen en los callejones sin salida". 
Bertolt Brecht

    Entrando a la sala uno no sabe si todavía los actores están terminando de acomodar la escenografía, o sí la función ya empezó. Parece una escena cotidiana, de la vida real, pero no, no lo es, es una escena ficcional que invita al espectador a adentrarse en su universo desde que pisa el ambiente escénico. Desde un primer momento entonces, la obra nos involucra en lo "compartido". Actor y espectador están destinados a hacerse uno mismo, a partir del desarrollo argumental, de la lógica multifaz de la puesta en escena, nutrida en lo musical y coreográfico, con notas patrióticas que referencian un pasado reciente que es y no es el nuestro. 


    El público puede identificarse desde un doble ángulo, político por un lado, emotivo por el otro. 
    Retomemos nuestro punto de partida: el ingreso a sala. Allí están las dos tarimas que ubican al público al borde del espacio escénico, de manera tal que resultan envolventes respecto de la tarea actoral. Unos telones abiertos, que dejan ver ese espacio dividido en dos: en donde sucede la acción, y el "detrás de escena", donde también sucede la acción. Dos acciones y dos espacios que lúdicamente se interconectan.       Cubos de madera, lámpara de pie, sillón antiguo, un "féretro", una bandera (casi que de Argentina) y sillas apiladas completan el artificio escenográfico y objetal. 

    Así comienza la función. El público, ya sentado, puede observar tranquilamente a los actores en el "detrás de escena" que vendría a representar una cocina, lugar de encuentro habitual en la vida real, transpolado a la vida representacional. Desde el inicio nos vemos enfrentados con una dinámica actoral que pone en juego la acción física, presentando interpretaciones que dan "a viva voz" todo de sí, compenetrando al expectante espectador en aquello que va sucediendo delante (y detrás) de él. 

    Cuerpos hablantes, cuerpos desgarradores, cuerpos que lasceran con gritos de dolor, y sorprenden con escenas de humor. Notas varias que van trasladando al ánimo del observador de la congoja a la risa, de la risa a la angustia, de la angustia al asombro. Asombro sin duda magnificado por un atinado uso de los sonidos, cuando de pronto te encontrás saltando de la silla porque escuchás un tiro. Entre otros...
Un torbellino emocional que sucede en lo escénico y que apela a la transferencia afectiva.


Una historia que cuenta historias que todos nosotros, como seres históricos que somos, hemos atravesado. Héroes políticos que son convertidos en próceres en la vida misma, y que pasan a ser considerados líderes luego de su muerte. Humanos que necesitan ser conducidos y que requieren esa imago paterna que nunca fue ni será. 

    De un patriotismo que siempre intenta revolucionar, que ve la cara de la derrota y de la muerte, pero que aún así sigue queriendo revolucionar. Libertad, libertad, libertad. Jóvenes que desempeñan una capacidad oratoria tan o más impecable que cualquier político subido al palco de nuestra Plaza de Mayo. Convocados y convocantes, jóvenes hijos de un patriotismo heredado, que grita en nombre de la libertad de una Latinoamérica sufrida y sufriente. Gritos que conmueven, que interpelan a la toma de conciencia.


    Y risas, risas y más risas, en los momentos de más llanto vuelven a hacer uso de esa política del asombro: allí dónde esperás más drama, aparece lo cómico, lo absurdo, lo payasesco. Propiamente dicho, lo payasesco. 
Música y más música que genera un clima de "boliche bailable", casi que te dan ganas de levantarte a bailar con ellos. Parece una fiesta. Pero no, en el momento en que pensaste que el curso de la acción cambió y todo iba a mejorar, otra vez el drama. Alternancia entre lo cómico y lo trágico que mantiene al espectador en vilo en todo momento. Un clima que te puede hacer reír, como te puede hacer llorar, como te puede hacer reflexionar. Están pensados múltiples espectadores posibles. Sin duda, ninguno de ellos podrá aburrirse durante la función.
                                                                  
Zaira Marchetto.                            

           
FICHA TÉCNICA

DIRECCIÓN Y DRAMATURGIA
Pablo Caramelo

ELENCO
Diego López
César Riveros
Luciana Serio
María Viau

DISEÑO GRÁFICO E IMAGEN
Biby Aflalo

MÚSICA ORIGINAL
Joaquín Daglio (autoría)

PRODUCCIÓN Y ASISTENCIA DE DIRECCIÓN
Nery Mucci

UTILERIA
Mauro Petrillo

COACHING DE CANTO
Ingrid Liberman

PRODUCCIÓN FOTOGRÁFICA
Tomás Serio/ Agustina Sentana

LUCES
Brian Brown

PRENSA
Paula Calo

Funciones: Viernes 23 hs.
Teatro Abasto Social Club
Yatay 666 - CABA